Martín Lutero y su camino hacia la Fé y la Paz

Hace unas semanas la oficina Nacional de la Iglesia Evangélica Luterana Boliviana celebró los 505 años de la “REFORMA”. En tan importante ocasión se reflexionó en torno a la labor importante de Martin Lutero en el espacio de las humanidades y la teología.

Una aproximación importante al legado de Lutero estuvo a cargo del Reverendo Jorge Kohler Schuck Pastor de la Iglesia Evangélica Luterana de Habla Alemana en Bolivia.

En su homilía titulada: “¿Quién es/era Martin Lutero para mí? El reverendo nos acercó a su interpretación personal de Lutero en la vida cotidiana.

El Pastor relato lo siguiente:

Un día tomé un taxi. En la parte de enfrente, cerca al parabrisas, encontré una Biblia. Yo pregunté al taxista para que tenía ese libro. Y así empezamos un diálogo. Cuando el taxista que yo era de Alemania me hablo de Martín Lutero. Para él Lutero fue un hombre muy valiente porque defendió su causa contra y frente al emperador Alemán y todos los poderosos del imperio aunque ellos podían arrestarlo y quemarlo como hereje.

Seguramente ese día en la Dieta de Worms, que era el parlamento de los poderosos de Alemania en ese tiempo, fue un desafío muy grande en la vida de Lutero. Y él es muy famoso en Alemania por ese acto. En serio: Martín Lutero fue un hombre decidido y pudo defender su causa con mucho coraje.

Pero también Martín Lutero tenía otra cara. Él era un hombre que tenía muchas dudas. A veces él tenía una gran crisis y se preguntaba si verdaderamente estaba al lado de Dios, si era justo su combate por la fe.

Ya su camino espiritual había comenzado con esa misma pregunta: “¿Qué hacer para ser digno de recibir la gracia de Dios?”

Y entonces, 12 años antes de publicar sus 95 artículos, su resolución fue: “tengo que ir al monasterio, convertirme en un monje, en un hombre absolutamente piadoso”.

En verdad, Martín Lutero fue un monje muy serio. El ayunaba más que los otros. Él se castigaba muy duramente por sus pecados, también por los mínimos que los otros no tomaban en serio. El pasaba mucho tiempo en la oración. Pero su consciencia no se calmaba. Al contrario, así conto más tarde, él empezó a odiar a Dios porque el sentía que con cada oración se alejaba más de Dios. 

Este fue muy serio para él. Hasta un día Lutero meditó sobre un versículo de la carta del apóstol Pablo a los Romanos: “¡El justificativo vive por (su) fe!” Hasta ese momento siempre había pensado que uno se tenía que justificar con su vida, con los actos justos. Pero entonces él entendió que el hombre no se hacía justo – pero Dios hacía justo al hombre en y por su hijo Jesucristo.

Este es el evangelio de Jesucristo: Uno solo tiene que tener fe en este acto de Dios. Y de esta manera somos justificados por fe y no por nuestras obras o nuestros hechos.

Esta es toda la enseñanza de Lutero. Y tuvo grandes consecuencias para su vida, para su pensamiento y consecuentemente para el mundo Cristiano. Consecuencias teológicas y también políticas.

Pero sobre todo tiene también una consecuencia muy personal, y por eso Martín Lutero es muy importante para mí: que Dios nos justifica, significa que todo lo que somos nosotros somos por la gracia de Dios.

Eso está expresado maravillosamente en la última frase que Lutero escribió: “Somos mendigos – ¡esto es verdad!”  

Y yo me arriesgo en agregar: ¡Pero somos mendigos ricos porque Dios nos ha dado su gracia!

Algunos ejemplos de mujeres durante la Reforma

Caroline Sölle de Hilari

Hubo muchas mujeres famosas durante la época de la Reforma, algunas también escribían libros o artículos y pelearon por su fe. Incluso algunas fueron quemadas vivas como “brujas” o “herejes” como se decía en aquella época. Hoy día solamente quiero hablar de la mujer más famosa de la Reforma, la esposa de Don Martín Lutero.

Catalina (en alemán Katherine), de Bora fue entregado por su papá a un convento para monjas a la edad de 5 años, cuando había fallecido su mamá. Una de sus tías estaba de superiora en el convento. Ella estudió ahí y se consagró a los 16 años. Cuando hubo la Reforma, escribió a Martín Lutero pidiéndole ayuda para liberar de su convento a todo un grupo de monjas de su convento que se habían adherido a sus enseñanzas. Lutero envió a un comerciante que entregaba regularmente mercancías al convento, y sacó a las mujeres de contrabando en barriles de pescado vacíos. Estas mujeres eran entonces libres, pero muchas de sus familias no podían permitirse acogerlas de nuevo, y los hombres eran reacios a casarse con antiguas monjas. Catalina vivió con diversas familias, pero no encontró marido. Por otro lado, Lutero no había pensado casarse. Al final se aceptaron mutuamente, teniendo él 42 y ella 26 años. Tuvieron 6 hijos, de los cuales una murió siendo bebé.

Al principio vivieron en pobreza, hasta que Martín Lutero consiguió un “ítem” del gobernador como catedrático. Poco a poco fue creciendo la economía de la familia. Eran la familia más 10 peones y hasta 20 estudiantes de teología que vivieron con ellos. En este entonces no había mercados para comprar alimentos o ropa, casi todo se tenía que producir en el hogar. Catalina manejaba toda esta parte, incluso tenía su propia producción de una cerveza liviana que vendían en toda la zona.

Don Martín se dedicaba a sus libros, panfletos, cartas y traducciones de la Biblia. Catalina era la jefa de todo el negocio. Lutero tenía gran respeto a su mujer, la llamaba “mi Regente y Amo Catalina”. Cuando Don Martín falleció, Catalina tenía 47 años. Primero no le querían reconocer su derecho de herencia, y ella tuvo que pelear por la tenencia del terreno y casa. Luego vinieron varios años difíciles para Catalina, hubo una guerra entre dos provincias, por lo que ella tuvo que refugiarse a otro lugar con sus hijos. Después retornó a casa, pero vino una pandemia de peste. Doña Catalina organizó un alojamiento hospicio para mujeres enfermas con la peste y se turnó con otras mujeres para atenderlas. Finalmente vinieron algunos años de hambruna por malas cosechas. Otra vez tuvo que dejar el hogar y alojarse en otro pueblo. Ahí, a sus 53 años, Doña Catalina murió por un accidente en carreta.

¿Qué herencia podemos llevarnos de la historia, como mujeres luteranas?

  • Los protestantes afirmamos que Dios Creador nos creó con cuerpos diferentes, varones y mujeres, pero ambos según su semejanza, como dice en la Biblia en Génesis 1,27. Esto significa que somos igualmente dignos y dignas, hijos e hijas de Dios.
  • Como luteranos no rechazamos la sexualidad humana. Más bien vemos a la sexualidad como un don, que fue parte de la creación desde un inicio. La sexualidad y el amor no son “pecado”. Por eso, no se prohíbe el matrimonio para pastores, como se prohíbe a los sacerdotes católicos. Más bien se recomienda que los pastores o pastoras sean casadas.
  • También afirmamos que todos deberían acceder a la educación, aprender a leer y escribir, varones y mujeres de igual forma, ricos o pobres, aymaras O mestizos o blancos europeos.
  • En la educación está la clave para podernos acercar a Dios. Una parte muy importante de la educación en nuestra tradición luterana es la música. Cada niño y cada niña de una buena familia luterana deberían aprender un instrumento. La música también nos acerca a Dios.
  • Afirmamos que la relación del matrimonio debe ser de respeto mutuo, tomando a la familia de Don Martin y Doña Catalina como ejemplo. No necesariamente hombre y mujer se dedican a lo mismo. Pero se respetan y se apoyan, y juntos educan a sus hijos.

Finalmente, no todo lo que pasó durante los años de la Reforma, y no todo lo que dijo el pastor Martín Lutero, fue oro. El mismo siempre dijo: no se llamen “luteranos”. Yo no he dado mi vida para nadie. Llámense “cristianos”. Y en este sentido él estaría de acuerdo que sigamos siempre reformándonos, como personas, como familia y como iglesia

Bendiciones

*Caroline Sölle de Hilari es médico salubrista, alemana que vive en Bolivia desde 1987. Hija de teólogxs, es predicadora laica en la Iglesia Evangélica Luterana de Habla Alemana y participa en la Red Ecuménica de Teólogas La Paz desde 2011